viernes, 1 de abril de 2016

Ciencias Naturales


Las Razas Humanas

(Décima y Última Parte)


M.F. Niesturj


CUANDO DARWIN VIO A ESOS indios por primera vez, lo impresionaron profunda­mente por su aspecto exterior y los describió como seres cuyo nivel cultural esta­ba muy cerca del que habían tenido los antepasados del hombre actual. Pero lue­go de una investigación más cuidadosa, le sorprendió el gran parecido de estos in­dios con los ingleses, tanto en lo referente a las líneas básicas de conducta como en cuanto al tipo de sus facultades mentales.

Darwin llegó a la conclusión de que los indios, negros y representantes de otras razas tienen una similitud básica con los europeos en cuanto a los rasgos psí­quicos fundamentales, sus inclinaciones y hábitos. Se basó en el hecho de que, a juzgar por la forma de las puntas líticas de flecha correspondientes a períodos di­versos de la prehistoria humana y recogidas en países diferentes, los métodos de fabricarlas eran sorprendentemente similares, Nikolái Nikoláievich Miklujo-Maklai (1846-1888), que conocía a la perfección a los papúes y otros pueblos de Oceanía, subrayó que los principales rasgos de su psique eran básicamente los mismos que entre los europeos (Miklujo-Maklai, 1950, 1954).

En vista de estos datos científicos reales, la tesis racista de que la raza aria es psíquicamente superior a las demás, resulta carente de toda base (Niésturj, 1967).

El nivel cultural de un pueblo nada tiene que ver con su composición racial. Depende de la suma total de condiciones naturales y sociales que han ejercido su influencia sobre el desarrollo histórico de los pueblos y estados y de sus agrupa­ciones.

Los hechos verificados científicamente y la experiencia cotidiana contradicen el supuesto racista según el cual la cultura y lenguas de los pueblos europeos son el resultado del espíritu racial ario. Es bien sabido que la división lingüística de los pueblos no coincide con su división racial. Los idiomas y las razas se desarrollan independientemente los unos de los otros.

La falsedad de la tesis racista sobre la conexión entre raza y lengua ha sido probada ampliamente mediante el material tomado de la vida de los pueblos soviéticos. Muchas naciones y tribus de nuestro país hablan idiomas turcos. Algu­nos son de tipo racial europeoide (azerbaidzhanos), otros son mongoloides (kazajos, kirguizes y yakutos), mientras que los terceros constituyen una mezcla de europeoides y mongoloides (shortsi, bashkirios, tártaros).

Del mismo modo, son completamente diferentes los conceptos de "raza" y "nación". Como todos saben, la nación inglesa comprende representantes de varias razas europeoides. La nación alemana incluye representantes de por lo menos cinco grupos raciales. La población de los EE.UU. es un conglomerado de los tipos ra­ciales más diversos, representados por inmigrantes de Europa, Africa y Asia. Tales hechos se explican porque los términos "raza" y "nación" representan categorías completamente diferentes, cuya coincidencia es una excepción, no una regla.

Por ello es incorrecto hablar de las razas inglesa, alemana, francesa o eslava, del modo en que lo hacían frecuentemente los racistas. Aun más absurdo es hablar de una raza aria, ya que el término "ario" ha sido tomado de la esfera de la lin­güística y designa a un grupo especial de lenguas. Las razas tienen sus denomina­ciones especiales, que no deben ser confundidas con las lingüísticas.

Al interpretar la historia como una lucha de razas, los racistas hablan frecuen­temente de un peligro amarillo —o negro— para los europeos. Pero el agresor potencial o de hecho nunca es una raza, sino un estado imperialista o un grupo de tales estados. Lenin, en otra época, dio una respuesta muy aleccionadora a quie­nes mezclaban esos conceptos diferentes.

Las dos guerras mundiales ocurridas en la primera mitad del siglo XX fueron el resultado de los intentos realizados por el imperialismo alemán para apoderarse de nuevas colonias y conquistar el territorio de los estados vecinos. Uno de los rasgos específicos de este imperialismo ha sido su política racial, su ideología mi­santrópica.

La Alemania fascista declaró que la raza europeoide nórdica, la "raza aria", en la terminología de los ideólogos nazis, era la superior, pese a que en Alemania estaba representada por un grupo muy pequeño. Entre la población de los países vecinos las personas de ojos y cabello claros alcanzan a un porcentaje por lo menos tan alto como en Alemania. La declaración de que los arios constituían una raza superior carece de fundamentos científicos genuinos y políticamente es de un ca­rácter extremadamente reaccionario (Plisetski, 1956; M. F. Niésturj, 1965; I. I. Roguinski, M. G. Levin, 1963).

Bajo el estandarte de la seudodoctrina racista, los nazis preconizaban planes archiimperialistas para la subyugación de la humanidad y acariciaban sueños de conquista mundial. Para los hitlerianos el racismo era sólo un biombo que oculta­ba su política imperialista: servía de base ideológica para su programa de explo­tación y aniquilamiento de los pueblos no alemanes.

    La ideología soviética de la igualdad entre las razas y entre las naciones cons­tituye uno de los elementos más importantes de la fuerza moral y el poderío del estado soviético. Esta ideología auténticamente científica y humana del país del comunismo en construcción sirve como una de las bases de la amistad inquebran­table de los pueblos de la Unión Soviética con los pueblos de los países socialistas y otros estados. La antropología soviética aporta datos científicos sobre la composición racial y la historia de cómo se originaron los pueblos de la URSS y otros paí­ses. Desarrolla la única concepción correcta, según la cual todas las razas humanas son biológicamente iguales. La concepción genuinamente materialista sobre el origen del hombre y de las razas coadyuva a la lucha contra el racismo, contra todas las concepciones místicas, idealistas, acerca del hombre, de su pasado, presen­te y futuro.

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