sábado, 2 de abril de 2016

Política

La Creación Heroica de Mariátegui y el Liquidacionismo de Derecha

(Quinta Parte)


Eduardo Ibarra


La negación de la realidad del revisionismo

Como es de conocimiento general, García ha impuesto a sus copartidarios la idea de que la palabra revisionismo es apenas un adjetivo que expresa el estado de ánimo de quien lo utiliza (29).   

Sin embargo, confrontada con los hechos, dicha idea se revela como una falacia orientada a encubrir el revisionismo en general y específicamente el revisionismo del propio García (30).

Mientras el oportunismo del siglo XIX surgió y se desarrolló fuera del marxismo, el revisionismo, sustentado por primera vez en una serie de artículos publicados por Eduard Bernstein entre 1896 y 1897 en Die Neue Zeit, apareció y se desarrolló como el intento de socavar los fundamentos del marxismo desde su propio seno.

Por eso Lenin señaló: “La dialéctica de la historia es tal, que el triunfo teórico del marxismo obliga a sus enemigos a disfrazarse de marxistas. El liberalismo, interiormente podrido, intenta renacer bajo la forma de oportunismo socialista” (Las vicisitudes históricas de la doctrina de Carlos Marx, ibídem,  p.140).

Es decir, el revisionismo es oportunismo disfrazado de marxismo.

Lenin hizo un análisis científico del revisionismo. Trabajos como Prefacio a la traducción rusa de la correspondencia de J.F. Becker, J. Dietzgen, F. Engels, C. Marx y otros con F.A. Sorge y otros; ¿Qué hacer?; Marxismo y revisionismo; Las divergencias en el movimiento obrero europeo; Cuestiones en litigio. El partido legal y los marxistas; Marxismo y reformismo; La bancarrota de la II Internacional; El oportunismo y la bancarrota de la II Internacional; El imperialismo y la escisión del socialismo; El Estado y la revolución; La revolución proletaria y el renegado Kautsky; La   enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo; Condiciones de ingreso en la Internacional Comunista; Nuestra revolución; entre otros, son importantes hitos de una teoría marxista sobre el revisionismo y constituyen expresiones de una consecuente lucha contra esta desviación.

Precisamente, el jefe de la revolución rusa señaló: “… no es posible explicarse dichas desviaciones [el revisionismo y el anarquismo] como meras casualidades o equivocaciones de tales o cuales personas o grupos y ni siquiera por la influencia de las particularidades o tradiciones nacionales, etc. Tiene que haber motivos fundamentales, inherentes al régimen económico y al carácter del desarrollo de todos los países capitalistas, que engendren constantemente estas desviaciones” (Las divergencias en el movimiento obrero europeo, ibídem, p.126).

Y precisó: “[el revisionismo] es el producto social de toda una época histórica. Pero no todos se detienen a pensar en el significado de esta verdad” (La bancarrota de la II Internacional, ibídem, p.265).

Y concluyó: “El carácter inevitable del revisionismo está condicionado por sus raíces de clase en la sociedad actual. El revisionismo es un fenómeno internacional”. “¿En qué estriba su carácter inevitable en la sociedad capitalista? ¿Por qué es más profundo que las diferencias debidas a las particularidades nacionales y al grado de desarrollo del capitalismo? Porque en todo país capitalista existen siempre, al lado del proletariado, extensas capas de pequeña burguesía, de pequeños propietarios. El capitalismo ha nacido y sigue naciendo, constantemente, de la pequeña producción. El capitalismo crea de nuevo, infaliblemente, toda serie de ‘capas medias’ (apéndice de las fábricas, trabajo a domicilio, pequeños talleres diseminados por todo el país en virtud de las exigencias de la gran industria, por ejemplo, de la industria de bicicletas y automóviles, etc.). Estos nuevos pequeños productores se ven nuevamente arrojados también, de modo no menos inevitable, a las flas del proletariado. Es perfectamente natural que deba suceder así, y así sucederá siempre hasta llegar las peripecias de la revolución proletaria, pues sería un profundo error pensar que es necesario que la mayoría de la población se proletarice ‘por completo’ para que esa revolución sea realizable. Lo que hoy vivimos con frecuencia en un plano puramente ideológico: las disputas en torno a las enmiendas teóricas hechas a Marx; lo que hoy se manifiesta en la práctica a propósito de ciertos problemas parciales, aislados, del movimiento obrero, como discrepancias tácticas con los revisionistas y las escisiones sobre este terreno, lo tendrá que vivir sin falta la clase obrera, en proporciones incomparablemente mayores, cuando la revolución proletaria agudice todos los problemas en litigio y concentre todas las discrepancias en los puntos de importancia más inmediata para determinar la conducta de las masas, obligando a separar, en el fragor del combate, los enemigos de los amigos, a echar por la borda a los malos aliados, para asestar los golpes decisivos al enemigo”. “La lucha ideológica del marxismo revolucionario contra el revisionismo, librada a fines del siglo XIX, no es más que el preludio de los grandes combates revolucionarios del proletariado, que, pese a todas las vacilaciones y debilidades de los filisteos, avanza hacia el triunfo completo de su causa”   (Marxismo y revisionismo, ibídem, pp.118, 119 y 120).

Así, pues, el revisionismo no es una simple casualidad, no es una mera equivocación de algunas personas, no es una expresión de cierta particularidad nacional, sino el producto social de toda una época histórica, un fenómeno inevitable en las condiciones del imperialismo, un fenómeno internacional.

En efecto, el revisionismo es una desviación del marxismo con profundas raíces en el desarrollo social del mundo contemporáneo. En su fase imperialista, el capitalismo ha exacerbado sus contradicciones y creado otras nuevas, y, por esto, la base económico-social del oportunismo en general y del revisionismo en particular, aparece en toda la extensión del mundo.

Pero si, económica y socialmente, el revisionismo es constantemente engendrado por las condiciones del régimen imperialista, ideológicamente aparece como producto de la influencia de la burguesía sobre el proletariado.

Por eso, para los marxistas, analizar el revisionismo significa determinar las causas económicas y sociales de su surgimiento y, a la vez, revelar concretamente el contenido de aquella influencia.

Ya en el siglo XIX, la formación de una capa privilegiada en el proletariado, como ocurrió en Inglaterra, sirvió de base al oportunismo.

De hecho, el revisionismo apareció como la continuación del oportunismo del siglo XIX.

A propósito de esa continuidad, Lenin anotó: “Las dos tendencias, incluso los dos partidos del movimiento obrero contemporáneo, que tan claramente se han escindido en todo el mundo en 1914-1916, fueron observados por Engels y Marx en Inglaterra durante varios decenios, aproximadamente entre 1858 y 1892”. “Ni Marx ni Engels alcanzaron la época imperialista del capitalismo mundial, que sólo se inicia entre 1898 y 1900. Pero ya a mediados del siglo XIX, era característica de Inglaterra la presencia, por lo menos, de dos principales rasgos distintivos del imperialismo: 1) inmensas colonias y 2) ganancias monopolistas (a consecuencia e su situación monopolista en el mercado mundial). En ambos sentidos, Inglaterra representaba entonces una excepción entre los países capitalistas, y Engels y Marx, analizando esta excepción, indicaban en forma completamente clara y definida que estaba en relación con la victoria (temporal) del oportunismo en el movimiento obrero inglés” (El imperialismo y la escisión del socialismo, ibídem, p.341; cursivas en el original).

Por eso, en abril de 1913, llegó a decir: “Incluso en Rusia, donde el socialismo no marxista… se mantuvo más tiempo, incluso en Rusia, este socialismo se convierte claramente, a nuestros ojos, en revisionismo” (Marxismo y revisionismo, ibídem, p.113; cursivas y elipsis nuestras).

La primera forma de revisionismo surgió en los partidos de la Segunda Internacional (señaladamente en el partido alemán); y el revisionismo contemporáneo surgió en el PCUS y en algunos partidos del mundo capitalista (Italia, USA, Japón, India, etcétera).

De hecho, el revisionismo contemporáneo apareció como la continuación del revisionismo de la Segunda Internacional

Sin embargo, el revisionismo contemporáneo presenta la nota particular de que surgió en el propio seno de la sociedad socialista. 

Eso quiere decir que, en la nueva sociedad, existe igualmente piso económico y social para tal surgimiento, y que, por esto, tampoco ahí el proletariado es impermeable a la influencia ideológica de la burguesía.

La base social del revisionismo en el socialismo fue la pequeña burguesía y la burocracia, tanto partidaria como estatal.

La experiencia histórica ha demostrado que el revisionismo en el poder es la premisa ideológico-política de la supresión de la dictadura del proletariado y de la restauración del capitalismo (31).

Y ha demostrado, al mismo tiempo, que el paso de la URSS y otros países al capitalismo tipo occidental, no fue sino el resultado de décadas de restauración del capitalismo bajo gestión revisionista.

Es decir, la estructura burocrático-militar del Estado socialista más el revisionismo en el poder, hizo inevitable la regresión al capitalismo (32).


Lo expuesto hasta aquí da una idea, bastante apretada por cierto, del análisis científico realizado por Lenin del revisionismo y, al mismo tiempo, del método a aplicar en el análisis del revisionismo contemporáneo y de las nuevas variantes de esta desviación que, hoy por hoy, pululan en el mundo.

Pues bien, no comprender los procesos reseñados en las presentes notas, es convertir la implosión de los regímenes con gobiernos revisionistas en algo completamente místico. 

No obstante, el carácter regresivo de tales procesos es silenciado, tergiversado, escamoteado por García, quien, desde principios de los años 1980, se ha dado a la labor de negar la realidad del revisionismo.

Tanto con aquello de que el término revisionismo es un adjetivo, como con la oportunista consideración de que el revisionismo contemporáneo se limitó al período que va del XX Congreso del PCUS (1956) a la caída de Jruschov (1964).

Tanto con la peregrina idea (insinuada sibilinamente) de que el revisionismo en el poder mantiene la dictadura del proletariado y no restaura el capitalismo (es decir sigue construyendo el socialismo), como con la idea de que el revisionismo es una escuela de pensamiento marxista (33).

Por su parte, Aragón, repetidor de García al noventa por ciento, ha llegado a decir que la palabra revisionismo es una “palabreja”.

Así las cosas, no tiene por qué extrañar que el revisionismo, incluso en su versión jruschoviana, tempranamente se desbordara en el grupo liquidacionista.

Declaraciones de algunos de sus miembros,  como las siguientes, son prueba de nuestra aserción: “Yugoslavia es un país socialista”; “Tito es un gran dirigente marxista-leninista”; “el XX Congreso del PCUS fue correcto”; “la actual dirección china es marxista”; “los soviéticos están desarrollando el marxismo”; “la Perestroika es un avance del socialismo”; “los países socialistas están por pasar al comunismo” (ver nuestros  artículos Acerca de la propuesta de un partido minga y Ramón García o la manipulación III).

Estas opiniones constituyen verdaderos intentos de revocar conclusiones fundamentales de la lucha del marxismo-leninismo contra el revisionismo contemporáneo.

Y si a ellas se les suman las diversas falacias encubridoras del revisionismo reseñadas arriba, puede verse que García y sus repetidores han renegado de la lucha contra el revisionismo contemporáneo.

Pues bien, en cuanto a lo de adjetivo, basta señalar aquí que el término revisionismo encierra un concepto que da cuenta de una desviación del marxismo, y que, por esto –y tal como se ha visto–, es un concepto de muy exacto contenido ideológico y político.

En cuanto a la ausencia de la palabra revisionismo en los referidos tomos de Mao, basta reiterar aquí lo que hemos expuesto en el artículo Nuevas mentiras de Miguel Aragón y mucho más que eso (08.09.2015): tanto en China como en Rusia, las diversas desviaciones del marxismo fueron calificadas por su forma específica, y no por su carácter general, cosa que queda esclarecida con la siguiente afirmación de Lenin: “… el ‘economismo’ de los años 1895-1902, el ‘menchevismo’ de 1903-1908 y el liquidacionismo de 1908-1914 no son otra cosa que la forma o variedad rusa del oportunismo y del revisionismo”.

En China ocurrió igual: diversas desviaciones fueron calificadas por su forma específica, pero, por su carácter general, se trataba de variedades del revisionismo.

Es claro, pues, que lo que hace García es aprovecharse del hecho de que en los aludidos cuatro tomos de Mao no aparece la palabra revisionismo, para intentar negar que en la historia del PCCH hubo revisionismo antes de 1945, y, de hecho, para intentar negar la realidad de esta deviación del marxismo.

En el marco de sus serviles partidarios, la treta le resultó, obviamente, pero, desde luego, fuera del mismo, ella ha quedado completamente desenmascarada.

        En cuanto a lo de escuela, hay que tener presente las siguientes afirmaciones.

Engels escribió: “… la ironía de la historia quiso… que tanto [blanquistas como proudhonianos] hiciesen lo contrario de lo que la doctrina de su escuela respectiva prescribía” (Introducción a La guerra civil en Francia, de Marx, ELE, Pekín, 1978, p.13; elipsis nuestras).

Y, en el mismo texto, apuntó: “En aquel tiempo, la gran mayoría de los blanquistas sólo eran socialistas por instinto revolucionario y proletario, sólo unos pocos habían alcanzado una mayor claridad de principios, gracias a Vaillant, que conocía el socialismo científico alemán” (ibídem).

Así, pues, el cofundador del marxismo marcó la diferencia entre el socialismo científico, por una parte, y Proudhon (“el socialista de los pequeños campesinos y maestros artesanos”) y el blanquismo (“la escuela de la conspiración”), por otra parte.

Es decir el término escuela le sirvió a Engels para distinguir el marxismo de escuelas de pensamiento no marxistas.

Por su parte, Mariátegui habló de “Marx y su escuela” (así en singular), y lo hizo en un libro como Defensa del marxismo, donde, justamente, desarrolló una brillante crítica a la escuela revisionista.

Por lo tanto, la frase citada le sirvió al maestro para afirmar la escuela marxista contra la escuela revisionista.

En agosto de 1979, Ricardo Luna Vegas escribió lo siguiente: “Las graves discrepancias existentes en el mundo socialista y en los movimientos políticos que le son afines, están reflejadas en el espectro de la izquierda marxista peruana, principalmente en las tendencias trotskistas, pro-soviética y pro-china así como en otras diferentes. Todas ellas, sin embargo, admiten a nivel mundial su ancestro doctrinario con el marxismo, aunque discrepan en sus distintas escuelas de aplicación (Mariátegui y el Perú de ayer, de hoy y de mañana, Ediciones Rincón Rojo, Lima, 1981, p.21) (34).

Como se ve, contrariamente a Engels y Mariátegui, el mencionado ensayista utilizó el término escuela para encubrir el carácter oportunista y revisionista de muchas de las tendencias que activan en la escena nacional: “distintas escuelas de aplicación”, dice, es decir, distintas escuelas de aplicación del marxismo; de acuerdo a esto, pues, ¡el revisionismo es una escuela del marxismo!

Ahora, citados Engels, Mariátegui y Luna Vegas, cualquiera puede darse cuenta de que, cuando García apela al término escuela para encubrir el oportunismo y el revisionismo, no hace otra cosa que repetir la engañosa actitud del último de los nombrados.

No hace mucho, repitiendo semejante falacia, en una nota sobre el aniversario de la constitución del PSP (07.10.2015), Manuel Velásquez escribió: “A escasos tres años del Bicentenario de Karl Marx, los marxistas peruanos, sea cual sea su escuela, tenemos el deber y el derecho de realizar un balance de su obra” (35).

De esa forma sostiene que todas las corrientes oportunistas y revisionistas que pululan en nuestro medio, no son tales, ¡sino distintas escuelas del marxismo!

Así, pues, García repite servilmente a Luna Vegas, y Velásquez y demás liquidadores repiten servilmente a García, pero, identificado el origen de la patraña, lo que hacen no es otra cosa que repetir a Luna Vegas.

Como se ve, en este caso –como en muchos otros– García tampoco tiene el mérito de la originalidad: simplemente repite una falacia que le sirve a su propósito liquidacionista.

En cuanto a lo de “revisionismo positivo”, es menester esclarecer la cuestión teniendo en cuenta los siguientes juicios.

Lenin señaló: “… la revisión de la ‘forma’ del materialismo de Engels, la revisión de sus tesis de filosofía natural no sólo no tiene nada de “revisionismo” en el sentido consagrado de la palabra, sino que, por el contrario, es necesariamente exigida por el marxismo. No es esta revisión lo que nosotros reprochamos a los machistas, sino su procedimiento puramente revisionista…” (Materialismo y empiriocriticismo, Editorial Progreso, Moscú, s/f, pp.261-262).

Por su parte, confutando algunas “superficiales observaciones empíricas” de ciertos revisionistas, Mariátegui habló de “un revisionismo negativo” (Defensa del marxismo, p.36), y, así, como es obvio, presentó este concepto en contraste con una “revisión positiva del marxismo”.

Refiriéndose a Sorel, el maestro escribió: “La verdadera revisión del marxismo, en el sentido de renovación y continuación de la obra de Marx, ha sido realizada, en la teoría y en la práctica, por otra categoría de intelectuales revolucionarios. Georges Sorel, en estudios que separan y distinguen lo que en Marx es esencial y sustantivo, de lo que es formal y contingente, representó en los dos primeros decenios del siglo actual, más acaso que la reacción del sentimiento clasista de los sindicatos, contra la degeneración evolucionista y parlamentaria del socialismo, el retorno a la concepción dinámica y revolucionaria de Marx y su inserción en la nueva realidad intelectual y orgánica” (ibídem, pp.20-21).

Pues bien, en el artículo El método de Mariátegui, expusimos nuestra posición sobre lo que en la cita precedente se dice de Sorel. Aquí, naturalmente, no es necesario reiterarla, pues únicamente es menester señalar que el maestro entendía por “verdadera revisión del marxismo” las teorías que renuevan y continúan la obra de Marx.

Renovar la obra de Max significa restablecer los principios marxistas, lo cual es congruente con el concepto mariateguiano de que Lenin aparece “en nuestra época como el restaurador más enérgico y fecundo del pensamiento marxista” (Defensa del marxismo, pp.21-22); y, continuar la obra de Marx, significa enriquecer el marxismo con nuevas teorías y nuevas conclusiones, lo cual es conforme con la opinión, también mariateguiana, de que “Lenin nos prueba, en la política práctica, con el testimonio irrecusable de una revolución, que el marxismo es el único medio de proseguir y superar a Marx” (ibídem, p.126).

Ahora podemos preguntarnos si negar el desarrollo cobrado por el marxismo con el surgimiento y concreción  del leninismo, es renovar y continuar el marxismo.        

Ahora podemos preguntarnos si creer que la revolución es posible por los cauces legales de la lucha municipal, es renovar y continuar el marxismo.

Ahora podemos preguntarnos si intentar liquidar el partido de clase, es renovar y continuar el marxismo.

Obviamente, cualquier marxista tiene que percatarse de que esa negación, esa creencia y ese intento no son posiciones marxistas, sino antimarxistas; que no representan una renovación y una continuación del marxismo, sino un procedimiento puramente revisionista.    

Y bien, el lector puede comparar el análisis científico del revisionismo realizado por Lenin con las falacias y tretas de García, y, de este modo, sacar sus propias conclusiones.

Nuestras conclusiones son las siguientes: 1) Lenin realizó un profundo esclarecimiento de las condiciones y causas del surgimiento y expansión del revisionismo, así como de sus expresiones, mientras que, con sus métodos evasivos, todo lo que hace García es encubrir dicha desviación del marxismo; 2) en consecuencia, mientras Lenin demostró tener una gran riqueza de pensamiento, García ha demostrado un pensamiento que corresponde enteramente a su temperamento criollo.

Pues bien, Aragón ha declarado que se siente orgulloso de ser revisionista, insinuando así que lo es en el sentido positivo del término.

Pero esa declaración no le sirve en absoluto, pues sus posiciones son revisionistas porque ha abjurado del marxismo-leninismo y del partido de clase, y no por otra cosa.

Como es obvio, ningún marxista, que no haya perdido el juicio, puede sentirse orgulloso de renegar de la verdad universal y del partido del proletariado.

Lo que ocurre, pues, es que, con su extravagante declaración, Aragón quiere desviar la atención sobre su liquidacionismo de derecha, forma específica de revisionismo.

Aunque con menor estridencia y con distintas palabras, esa extravagancia es la misma de los demás liquidadores.

        He ahí una expresión más de la descomposición ideológica y postración moral del grupo liquidacionista.

Notas
[29] García no dice, por cierto, de forma explícita, que en todos los casos el término revisionismo es utilizado como adjetivo, pero, al encubrir el revisionismo de diversas tendencias calificándolas de socialistas, lo que hace es generalizar, de forma implícita, su afirmación.
[30] No pocos son los hechos que demuestran nuestra aserción, pero hay uno que no puede dejar margen a ninguna duda en cualquier persona informada: hace tres años, más o menos, el grupo de García intentó fusionarse con el PCP-Unidad, representante tradicional del revisionismo en el Perú.
[31] La premisa estructural de tal supresión y de tal restauración, fue el carácter burocrático-militar que tuvo el Estado socialista.
[32] Albania fue la excepción: ahí el Estado burocrático-militar, sin la acción regresiva del revisionismo, se precipitó igualmente al capitalismo. Esta excepción confirma la regla.
[33] Como se puede ver, para imponer a sus copartidarios su encubrimiento del revisionismo, García necesitó de muy poco: las tretas ya señaladas, y estas otras: el término revisionismo no aparece en los primeros cuatro tomos de las Obras Escogidas de Mao; lo que hago es “revisionismo positivo”. Esta poquedad –de espurio contenido, por lo demás– revela toda la incapacidad de los aludidos copartidarios para darse cuenta de la patraña, o, en su defecto, su previa descomposición ideológica.
[34] La afirmación “Todas ellas, sin embargo, admiten a nivel mundial su ancestro doctrinario con el marxismo”, encierra la idea de un marxismo a secas como base de unidad de toda suerte de oportunismo y revisionismo. Esta idea la repite García con otras palabras: “… todo el m.c.n. reconoce a Marx como el punto de partida del socialismo científico” (El partido de Mariátegui). Esta declaracón, como se sabe, es la base del marxismo a secas como base de unidad del nivel secreto de su proyectado partido pluriclasista. Pero, citado puntualmente Luna Vegas, cualquiera puede captar que todo lo que hace García es hacerle coro. Esto demuestra que aquí no tiene tampoco el mérito de la originalidad.
[35] Obsérvese lo siguiente: si, según los liquidadores, las varias tendencias oportunistas y revisionistas actuantes en nuestro medio son distintas escuelas del marxismo (consideración que, desde luego, no suprime la realidad de las diferencias doctrinales entre las mismas), entonces el “nivel secreto” del partido “en preparación” de García tendría que ser también, incluso a contrapelo de lo que puedan pensar sus promotores,  doctrinariamente heterogéneo. Es decir, tal nivel debería comprender a representantes de todas las pretensas “escuelas del marxismo”. Por eso no se entiende que el aludido nivel, existente desde hace siete años, esté conformado exclusivamente por elementos del grupo de García. Este hecho tiene dos explicaciones: 1) si teóricamente el proyecto de García es de un partido doctrinariamente heterogéneo (ahora puede decirse, probadamente, que incluso en su nivel secreto), desde el punto de vista de los hechos este nivel se presenta con una composición que denota un sectarismo absoluto; 2) este sectarismo, a su vez, se presenta como “necesario” para García porque el despotismo-servilismo que caracteriza su relación con sus congéneres, difícilmente podría continuar si dicho nivel secreto tuviera una composición variada. Esta realidad da la medida de dos cosas: 1) la manipulación que el grupo liquidacionista pretende ejercer sobre quienes ingenuamente caigan en la celada de incorporarse a su proyecto de partido; 2) el engaño que significa un partido sectariamente dirigido desde la sombra por algunos incondicionales de García. Este es el “partido transparente” que preparan los liquidadores.


Material Ajunto


Acerca de la Propuesta de un Partido Minga

(Extracto)


E.I.


ES UNA VERDAD INDESMENTIBLE QUE, ya en la segunda mitad de los años 70, Ramón García empezó a negar aspectos fundamentales de la lucha contra el revisionismo contemporáneo y, con aparente inocencia, empezó también a tergiversar a Mariátegui.

Entonces, siguiendo su discurso, sus partidarios hacían circular ideas como éstas: “Yugoslavia es un país socialista”, “Tito es un gran dirigente marxista-leninista”, “el XX Congreso del PCUS fue correcto”, “la actual dirección china es marxista-leninista”, “los soviéticos están desarrollando el marxismo”, etcétera (1).

Esas posiciones, sin duda oportunistas, se reflejaron luego en algunos artículos de Punto de Vista -cuyos cuatro números aparecieron entre 1982 y 1983-, en la peregrina afirmación de que “la Perestroika es un avance del socialismo” (2) y en la fatua conjetura de que los países “socialistas” estaban “por pasar al comunismo” (3).

Posteriormente, en los últimos veinte años más o menos, García y sus repetidores han terminado:

1) negando el marxismo-leninismo;
2) silenciando el revisionismo;
3) encubriendo la restauración capitalista;
4) negando la filiación marxista-leninista de Mariátegui y del PSP;
5) levantando la ilusión de “construir”, en los planos de la política y de la economía y en el marco de la sociedad capitalista, “los gérmenes del socialismo”;
6) tratando de pasar como de Mariátegui la concepción de Julio Portocarrero y Hugo Pesce de un partido de “dos niveles”.

Como consecuencia, si en el plano internacional y siguiendo el bastón de mando de la dirección china, García participa de la reivindicación del revisionista Liu Shaoqi, en el plano nacional y blandiendo su propio bastón de mando, ha reivindicado al revisionista Jorge del Prado en la persona de Arroyo Posadas.

Notas
[1] El autor de estas líneas es testigo personal de las afirmaciones de Alberto Palomino (las dos primeras) y de Miguel Aragón (las restantes).
[2] Testimonio de Martín Bohorquez.
[3] Testimonio de César Risso.

01.02.2010.



Ramón García o la Manipulación III

(Extracto)


E.I.


EN LA SEGUNDA MITAD DE LOS AÑOS setenta, desde su cómodo autoexilio, García empezó a enviar cartas y documentos a sus copartidarios, en los cuales, entre otras cosas, hacía algunos planteos relativos a ciertas conclusiones de la lucha contra el revisionismo contemporáneo. Entre estas conclusiones están la justa caracterización de Yugoslavia como un país donde se había restaurado el capitalismo y la correcta tipificación de Tito como un renegado del marxismo (ver ¿Es Yugoslavia un país socialista?). Así, pues, inspirado en sus planteos, Palomino publicitaba entonces la idea de que “Yugoslavia es un país socialista” y “Tito un gran dirigente marxista-leninista”. Yo mismo soy testigo de estos desaguisados, pero también algunos compañeros que, al parecer, se han retirado a sus cuarteles de invierno. Igualmente inspirado en los planteos de García, en la primera mitad de los ochenta Aragón se desgañitó tratando de demostrar, en conversación personal conmigo, que “los soviéticos están desarrollando el marxismo”, que “la actual dirección china es marxista-leninista”, que “el XX Congreso del PCUS fue correcto”, y que la práctica diría si estos planteos eran correctos o no (35). En esa misma década, en charlas en la Universidad Mayor de San Marcos, Aragón publicitaba también la idea de que “la Perestroika es un avance del socialismo” (testimonio del compañero Martín Bohórquez) y la idea de que “los países socialistas están a punto de pasar al comunismo” (testimonio del compañero César Risso). Naturalmente, estas declaraciones se inspiraban igualmente en planteos de García, pues, como todo el mundo lo sabe, es él, y nadie más, quien daba y da la línea en su grupo.

García, pues, era la fuente de inspiración de tales desaguisados revisionistas. El discurso de García era repetido con iguales o parecidas palabras. Sin embargo, para los que todavía se muestren incrédulos ante esta verdad, citaré algunas afirmaciones suyas publicadas en Punto de Vista.

En el primer número de esa revista, 1982, García publicó dos artículos en los que hizo públicos sus planteos sobre la experiencia histórica del socialismo, aunque, como también lo sabe todo el mundo, sin asumir con su nombre la responsabilidad de los mismos: El movimiento comunista internacional en la encrucijada y La lección Polaca (cuya segunda parte apareció en el número 3 de la misma revista, enero-febrero 1983).

En el primero de dichos artículos, se puede leer: “El no comprender esta necesidad de cambio [de aceptar temporalmente el desarrollo de la economía mercantil] hizo perder la brújula a los bolcheviques de la vieja guardia. Perdieron credibilidad. Y Jruschov levantó dos argumentos incontestables: la necesidad de cambios y los errores de Stalin. Así pudo paralizar toda resistencia. El revisionismo subió al Poder. Pero, ¿significa esto un cambio de color en el país entero?” (36).

Pero ocurre que Jruschov solo de la boca para afuera planteó la necesidad de “aceptar temporalmente el desarrollo de la economía mercantil”, pues la realidad fue que desde el XX Congreso (1956) y sobre todo desde el XXI Congreso (1959) y el XXII Congreso (1961) del PCUS, el revisionismo levantó un programa general de restauración del capitalismo (36).

Por otro lado, ocurre también que la “crítica” de Jruschov sobre los errores de Stalin fue desde todo punto revisionista (37). Finalmente, la idea que está sibilinamente insinuada en la declaración de García, es que el ascenso del revisionismo al Poder no comporta la progresiva restauración del capitalismo, y que, por consiguiente, en el socialismo, da lo mismo que el poder esté en manos de marxistas que en manos de revisionistas. Por eso en su artículo La lección polaca toda su argumentación parte del prejuicio de que Polonia era a la sazón un país socialista, ¡después de más de veinte años de gobierno revisionista! Es decir, García considera que el revisionismo en el poder tiene exactamente la misma función que el marxismo: construir el socialismo (38). Por lo tanto, si, según él, no hay restauración del capitalismo, entonces “Yugoslavia es un país socialista” y “Tito es un gran dirigente marxista-leninista” (Palomino); por lo tanto, si la crítica a los errores de Stalin fue un argumento incontestable, “el XX Congreso del PCUS fue correcto” y “los soviéticos están desarrollando el marxismo” (Aragón).

En el mismo artículo se puede leer también: “el socialismo es un período de transición, y por ende sujeto a cambios; y…, en segundo lugar, el socialismo es también una sociedad imperfecta, aunque perfectible” (39). Por lo tanto, si no hubo restauración del capitalismo y la lucha de clases en el socialismo apenas es una realidad perfectible, “la actual dirección china es marxista-leninista”, “la Perestroika es un avance del socialismo” y “los países socialistas están por pasar al comunismo” (Aragón).

Pero además, en el mismo artículo García extendía certificado de comunistas a los revisionistas, pues, por un lado, decía que “Una parte del m.c.i. sostiene que ya no hay países socialistas” (40) y, por otro lado, decía que “Otra parte del m.c.i. sostiene que no hay países ‘socialimperialistas’” (41). Y aunque la primera afirmación es tendenciosa en sí misma, pues nunca nadie dijo que “ya no hay países socialistas”, lo que hay que subrayar es que a quienes se refiere García con eso de “Una parte del m.c.i.” es a los marxista-leninistas, y que, en la segunda afirmación, con aquello de “Otra parte del m.c.i.”, se refiere a los revisionistas (42).

Con lo señalado es suficiente para demostrar lo que había que demostrar: que García es el responsable del viraje de su grupo hacia el revisionismo. Obviamente, el análisis in extenso de este revisionismo es posible únicamente en un artículo aparte.

En primera conclusión, es claro que, durante casi veinte años, García guardó bajo siete sellos sus posiciones revisionistas, es decir, no fue capaz de plantearlas cuando militaba en el PCP. Estas posiciones se manifiestan ahora, de un modo concentrado, en la negación de la concepción leninista del partido proletario y en la negación de la concepción mariateguiana del PSP.

En segunda y última conclusión, puede decirse con toda razón que, por todo lo expuesto, es evidente que en oportunismo, egotismo burgués y métodos criollos, García no está muy a la zaga de viejos y nuevos detractores de Mariátegui. Qué pena, pero es una realidad.

Notas
[35] Y ocurre que la práctica dio su veredicto inapelable: los países donde el socialismo había sido reemplazado por un capitalismo de Estado pasaron a un capitalismo tipo occidental, y con esto cayeron todos los velos puestos por el revisionismo y, por lo tanto, también las falacias de García.
[36] En el XXI Congreso del PCUS (1959), Jruschov declaró: “En el momento presente, la tarea práctica fundamental para nuestro país es crear la base material y técnica de la sociedad comunista, un nuevo y poderoso auge de las fuerzas productivas”. En el XXII Congreso (1961), Mikoyan sostuvo: “El nuevo programa del PCUS plantea la cuestión de un modo justo: lo esencial para la victoria del comunismo es crear la base técnico material… y asegurar la abundancia… El problema se planteaba, en cambio, al revés. El problema de la creación de la base técnico-material del comunismo ni siquiera se esbozaba como cuestión importante y decisiva. En contraposición a ello se consideraba que la base fundamental para el pasaje al comunismo era la transformación de la propiedad koljosiana en propiedad de todo el pueblo… La creación de la base técnico-material del comunismo es el fundamento de la línea general del Partido”. Como se ve, Mikoyan tergiversa sin más a Stalin, pues, como se sabe, éste planteó tres condiciones para el paso al comunismo: 1) aumento de la producción social; 2) paso del sistema de propiedad colectiva al sistema de propiedad de todo el pueblo; 3) el desarrollo de la cultura de todo el pueblo. Como se entiende, la primera condición equivale a lo que Mikoyán denomina “base técnico-material del comunismo”, no obstante lo cual llega a decir que esta cuestión “ni siquiera se esbozaba como cuestión importante y decisiva”. Esto por una parte. Por otra, al negar la necesidad de transformar la propiedad colectiva koljosiana en propiedad de todo el pueblo, Mikoyán, igual que Jruschov, negaba la segunda condición señalada por Stalin para el paso al comunismo: la revolucionarización de las relaciones de propiedad (sustitución del sistema de intercambio de mercancías por un sistema de intercambio de productos, paso de la etapa del valor de cambio a la etapa del valor de uso). Así, pues, lo que planteaban los revisionistas era la vieja teoría de las fuerzas productivas, base del programa de restauración del capitalismo. Y ya la historia ha mostrado al mundo el resultado. Así que el primer “argumento incontestable” de Jruschov no significó la superación del error de los bolcheviques, sino la implementación de todo un programa de restauración del capitalismo. Esto es lo que oculta García.
[37] Esta crítica comportó de hecho el abandono del leninismo en todo un conjunto de cuestiones y, al mismo tiempo, las tesis revisionistas de “las tres pacíficas” y “los dos todos”. Y ya la historia ha mostrado al mundo los resultados de ese abandono y de estas tesis. Pero en su artículo García elude el análisis a fondo de esta cuestión.
[38] De ese modo niega la dialéctica estructura-superestructura, es decir, la tesis marxista según la cual la base económica determina en última instancia la superestructura ideológica-política-jurídica, pero que la relativa autonomía de ésta permite que reaccione sobre la base económica, modificándola en un sentido o en otro.
[39] Punto de Vista, Nº1, p.6. La elipsis es mía.
[40] Ibídem, p.4.
[41] Ibídem, p.6.
[42] Es decir, ya desde entonces para García los revisionistas eran parte del movimiento comunista. Por eso se entiende por qué ahora cree que también son parte de lo que llama movimiento socialista. Y por eso se entiende también por qué en un artículo presenta como “comunista” a un famoso ex Secretario General del partido revisionista de Portugal; por qué participa en un homenaje al conocido revisionista colombiano Gilberto Vieira; por qué rehabilita a Jorge del Prado en la persona de Arroyo Posada y, por lo tanto, a todo el revisionismo criollo; por qué asume la rehabilitación de Liu Shaoqi realizada por el PCCH; por qué propone un partido que integre toda suerte de oportunismo y revisionismo, etcétera, etcétera. 

09.08.10


Apuntes Sobre el Socialismo Peruano

(Extracto)


E.I.


POR OTRO LADO, EN UN ARTÍCULO anónimo titulado Homenaje a Moisés Arroyo Posadas en el 89 aniversario de su nacimiento, publicado en la revista Centenario, 1995, página 11, se dice que la vida del mencionado personaje “es una lección contundente de firmeza en sus convicciones socialistas” y “ejemplo de su profunda fe socialista que orientaba todos sus pensamientos y acciones” (5). Además, el anónimo autor cita un par de párrafos de un artículo de Ramón García, titulado Moisés Arroyo Posadas, publicado en el Boletín Extraordinario Vertiente, año 4, Nº1, 4.9.91., en los que, entre otras cosas, se dice que el citado personaje “a los 40 años, en singular defensa, había demolido la torpe acusación de ‘populista’, lanzada contra JCM”, y “a los 60 años exponía en el mundo entero las ideas del socialismo peruano”.

Ciertamente, durante un determinado tiempo, Arroyo Posadas cumplió un papel positivo en las filas del Partido y, en una faceta específica de su producción literaria, siguió cumpliendo un papel de la misma índole a lo largo de su vida (6). Pero, sin duda, es igualmente cierto que tuvo especial responsabilidad en la política derechista que durante décadas caracterizó la acción del PCP, y que, “a los 60 años”, es decir, en 1966, o sea, en el contexto de la polémica entre marxismo y revisionismo, hacía ya un tiempo que había tomado partido por el segundo, y que, congruente con ello, se había mantenido en el grupo de revisionistas criollos expulsados del Partido en 1964.

Pero tanto el anónimo autor como García silencian estos hechos, y, muy sueltos de huesos, dicen, como se ha visto, que la vida de Arroyo Posadas “es una lección contundente de firmeza en sus convicciones socialistas” y “ejemplo de su profunda fe socialista que orientaba todos sus pensamientos y acciones”, y que, “a los 60 años”, es decir, ya como representante conspicuo del revisionismo criollo, “exponía en el mundo entero las ideas del socialismo peruano” (7). Desde luego, este burdo procedimiento prueba de un modo irrebatible que, tanto el artículo anónimo como el firmado por García (8), están animados por el mismo propósito de borrar toda neta demarcación entre marxismo y oportunismo, entre marxismo y revisionismo. De hecho, la palabra socialismo les sirve para encubrir el revisionismo. Este es el fondo de la concepción del Socialismo en general y del Socialismo Peruano en particular que tiene García, concepción que, sin duda, revela el fondo de su propuesta de un partido socialista.

Evidentemente, esa actitud de elogiar a toda costa a un representante del revisionismo criollo está en abierta oposición a la actitud de Mariátegui.

Notas
(5)  “Todos”, pues, es decir, sin excepción de un solo pensamiento y de una sola acción.
(6)  Me refiero a ciertos aspectos de sus escritos sobre Mariátegui.
(7)  En la nota Por qué socialista, García escribió: “¿Por qué JCM propuso el nombre de Partido Socialista? ¿Es cierto que fue  por ‘táctica’? ¿Es cierto que ‘reconoció’ este error? ¿Es cierto que ‘se apresuró a corregirlo’ al final de su vida? Esta versión negativa y antojadiza, basada en torpes especulaciones de ‘me dijo’, ‘le escuché’, ‘sugirió’, etc., hasta ahora circula libremente no obstante que hay publicada ya abundante documentación propia de JCM que demuestra lo contrario: no fue por táctica, se reafirmó siempre en ella, jamás transigió en el cambio”. Pero ocurre que  esa “versión negativa y antojadiza, basada en torpes especulaciones”, que “hasta ahora circula libremente”, la encontramos, justamente, en la “singular defensa” escrita por Arroyo Posadas a los cuarenta años de edad, es decir, en 1946, titulada A propósito del artículo “El populismo en el Perú”, de V. Miroshevski, originalmente publicada en la revista cubana Dialéctica, número 17 y republicada en la recopilación Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano, pp.93-115, preparada por el argentino Aricó. En la mencionada “singular defensa”, Arroyo Posadas, abordando temas más temas menos, sigue la línea del artículo Mariátegui, marxista-leninista, fundador del Partido Comunista Peruano, de Jorge del Prado, originalmente publicado en la misma revista cubana, número 8, año 1943, e igualmente republicado en la mencionada recopilación de Aricó, pp.71-90, por lo que no se entiende por qué García no hizo más bien el elogio de este artículo, anterior en tres años al de Arroyo Posadas. Pues bien, hablando específicamente de la cuestión del nombre del Partido, el último de los nombrados repite en su artículo la “versión negativa y antojadiza, basada en torpes especulaciones”, de Jorge del Prado: “Mariátegui reconoció su equívoco de darle la denominación de ‘socialista’ al partido y rápidamente fue él mismo quien luchó por darle el justo nombre de ‘comunista’” (Aricó, Los orígenes del marxismo latinoamericano, Siglo XXI Editores, México, 1980, p. 112). En su mencionado artículo, del Prado había afirmado: “recuerdo que, después de haber leído las tesis y resoluciones del Primer Congreso de los Partidos Comunistas latinoamericanos, que me proporcionara Mariátegui contra la voluntad de algunos que lo rodeaban, llegamos con Pompeyo Herrera y Arroyo Posadas (si mal no recuerdo) a la conclusión de que era justo cambiar el nombre del partido por el de comunista. (…) Corrimos, pues, a entrevistarlo. Pero provocando nuestra sorpresa, que luego se transformó en un verdadero alborozo, Mariátegui nos dijo que sí, que él pensaba lo mismo, ya que se había dado cuenta, por lo que nosotros le decíamos y por el ambiente que se respiraba en su torno, que su propaganda y su labor ideológica y organizativa habían cumplido, finalmente, su gran cometido. Que ya estaban dadas las condiciones para que en el Perú apareciera a toda luz, y con una fisonomía perfectamente definida, el partido por el que había trabajado siempre. Que él consideraba, en cierta medida, nuestra opinión y la opinión de la mayoría de los obreros que lo acompañaban, como la verdadera opinión de nuestro pueblo. Y que por todo ello se sentía sumamente satisfecho y dispuesto a sostener el nuevo nombre contra viento y marea” (ibidem, pp.86). Y sucede que, en los casi cincuenta años que siguieron a la fecha de esta afirmación hasta 1994, Arroyo Posadas no desmintió nunca semejante patraña, ni en su “singular defensa” ni en ninguna otra parte. Y digo “patraña”, pues la afirmación de Del Prado no es una simple “especulación”, sino una verdadera patraña, es decir, una fabulosa mentira. Por lo tanto, es evidente que, en la fabricación de esta mentira (de esta patraña), estuvo comprometido Arroyo Posadas. Pero este hecho es silenciado por García, tal vez porque él mismo tiene especial responsabilidad en la libre circulación de la idea de que Mariátegui se “rectificó” de su propuesta de Partido Socialista. Efectivamente, en la recopilación La organización del proletariado, cambió el nombre del Acta de Constitución del Partido que, así, aparece ahí como Acta de constitución del PCP. Además, escribió en una nota a pie de página que “El 7 de octubre de 1928, reunidos en Barranco, nueve miembros del grupo de Lima, entre los que se encontraba José Carlos Mariátegui, fundaron el Partido Comunista y aprobaron la presente Acta de Constitución”. “Un punto importante de la discusión para la formación del Partido, fue el concerniente a su carácter legal. Como consta en el Acta, de acuerdo a las circunstancias concretas, el Partido fue denominado Socialista, para poder aprovechar en algo las posibilidades legales. Pero todos estuvieron de acuerdo en constituir, dentro de la organización, los grupos secretos que velarían por el carácter bolchevique del Partido. A partir de mayo de 1930 el Partido tomó definitivamente el nombre de Comunista. Por ello, el Partido, desde su fundación, nació como Partido Comunista; y sólo formalmente y por poco tiempo llevó el nombre de Socialista” (pp.196-197; negritas en el original). Y agregó en otra nota al pie: “La táctica de nominar al Partido como Socialista, manteniendo la organización bolchevique en secreto, amenazaba al Partido con la infiltración de elementos reformistas. Además, las condiciones de ingreso en la III Internacional exigían, para la estricta distinción entre la revolución y el revisionismo, que los partidos bolcheviques se denominaran Partido Comunista, agregándoles el nombre del país en genitivo. Contemplada esta situación, José Carlos Mariátegui propuso la correspondiente rectificación, en la reunión del Comité Central del 1º de marzo de 1930” (p.198). Estas afirmaciones son un hecho histórico indesmentible y, por lo tanto, hay que ventilarlas, así al autor de las mismas, nada amigo del reconocimiento franco de sus errores, se le escarapele el cuerpo. Por supuesto, todos somos responsables de la libre circulación de la mencionada “versión negativa y antojadiza”, pero, evidentemente, hay responsabilidades y responsabilidades. Como es de conocimiento general, ahora García pretende haberse desembarazado de estas torpes especulaciones, seguramente porque cree “haber hecho las correcciones, supresiones, agregados del caso”, como ha dicho, a propósito de otra cosa, en el huachafo artículo Las cinco caídas de yo el supremo, pero la verdad demasiado notoria es que, también en relación al tema que ha dado lugar a la presente nota, solamente ha pasado de ciertas verdades a ciertas falsedades y de unas especulaciones a otras especulaciones. Pero, desde luego, lo que importa subrayar aquí de una manera particular es que la apología que ha hecho de Arroyo Posadas es una verdadera expresión de su empeño por encubrir el socialismo domesticado, un verdadero intento de borrar toda demarcación entre marxistas y oportunistas. La toma de posición por el revisionismo contemporáneo y la complicidad en la patraña de endilgarle a Mariátegui haberse retractado de su propuesta de titular Socialista a su partido, es “una lección contundente de firmeza en sus convicciones socialistas” de Arroyo Posadas, un  “ejemplo de su profunda fe socialista que orientaba todos sus pensamientos y acciones”, una muestra de que “a los 60 años exponía en el mundo entero las ideas del socialismo peruano”. ¡El mundo al revés por obra de García!
(8) Todo indica que García es también el autor del artículo sin firma publicado en Centenario.




El Pesimismo de
Juan Croniqueur

(Novena Parte)

Jorge Oshiro

RESUMIENDO: LA REDENCIÓN se encuentra en la negación de la Voluntad. '­¡Toma tu cruz y sígueme!', '¡Renuncia!'. En ningún lugar ha sido tan brillantemente formulado esta tesis que entre los místicos alemanes. Ascetismo, éxtasis, disolución del yo en Dios, todos estos son los conceptos que se encuentran en Schopenhauer y que el joven poeta peruano Juan Croniqueur había retomado para sí.

Hacía la superación del pesimismo

G. Rouillón distingue en este período de la obra de Mariátegui como Juan Croniqueur dos momentos consecutivos: el primero es el momento ‹solitario e intimista›, del cual hemos desarrollado el aspecto filosófico en el acápite anterior y luego otro período de ‹soberbia y de exhibicionismo›.

Se ha dicho ya en el capítulo anterior que este período de la vida y el pensar del joven Mariátegui es complejo y contradictorio. En efecto, no puede dejar de sorprender cierto contraste que encierra la poesía y esas cartas íntimas con los escritos en prosa y por el comportamiento social del autor.

Tratando de compensar, tal vez, su humilde condición social y su parcial impedimento físico, Juan Croniqueur se destaca por su elegancia acentuada en el vestir, en el escribir y en el hablar1.

Frecuenta lugares cercanos a las clases privilegiadas como son restaurantes, cafés de moda, hipódromo, teatro. Escribe en revistas como «Lulú»  dirigida a las damas de la aristocracia y es cofundador y redactor de «Turf», revista dedicada al mundo aristocrático de Lima.

Rouillón explica este comportamiento de Juan Croniqueur en esa búsqueda subconsciente del padre desconocido, que él sabe que pertenece a la aristocracia de Lima. Independientemente de la validez de esta tesis del biógrafo de Mariátegui, lo importante aquí es anotar que Juan Croniqueur, pesimista en la intimidad de su poesía, no es un ser aislado y retirado de su mundo circundante.

Todo lo contrario. El joven poeta participa activamente en la vida social, política y cultural de su país. Y juntamente a su interés por el mundo de la aristocracia también su interés y preocupación abarca a toda la sociedad y en ella las clases populares.

En su actividad de periodistas había sido al comienzo un cronista de páginas policiales. En febrero de 1916 escribía:

"Lea usted la crónica de policía. En ella se cuenta los episodios cotidianos de la vida de las gentes humildes. Eran episodios vulgares, ínfimos y necios, grotescos muchas veces. Pero se esconde y divulga a veces, tras ellos, una historia sentimental, un drama inquietante o una arlequinada en la que vibran en un solo sonido la carcajada y el llanto"2.

Como cronista político y social y como crítico de arte y literatura el joven periodista fue un agudo observador de este mundo circundante, sobre todo de la vida cotidiana. Y Juan Croniqueur muy pronto se dio cuenta que sus problemas ‹personales› eran al mismo tiempo problemas sociales, propios a la estructura histórica de su país. El mundo cultural en la cual vivía el joven Mariátegui ha sido ya estudiado con acierto y amplitud.3

Veamos aquí de manera abreviada un solo aspecto: el tema del aburrimiento. El país, dominado por una pequeña oligarquía aliada con los gamonales de las provincias, había implantado un régimen de absoluto inmovilismo social, político y cultural. Lo que era ayer, es hoy y será mañana.

"La vida cotidiana limeña era una repetición constante de rituales consabidos; la vida política no se diferenciaba mucho durante esos años monopolizados por el Partido Civil." (Flores Galindo).

La realidad social política de la capital peruana parecía absolutamente estática:

"Parecía que nada podía cambiar. Cualquier esfuerzo era inútil o estaba de antemano condenado al fracaso".

El mismo Juan Croniqueur escribía:

"Nada interesante ha turbado la abrumadora monotonía de nuestro vivir limeño y que haya puesto siquiera un matiz de suaves efluvios en la semana transcurrida".

Este aburrimiento expresado tan frecuentemente por él no era por lo tanto exclusivamente suyo. Lo sentía casi todos los escritores peruanos de su época. Este tedio era la forma de vida característica de la aristocracia limeña que se proyectaba hasta las otras capas sociales. Escribe Flores Galindo:

"Las clases medias eran afectas a las pastillas del Dr. Richards, adecuadas para combatir la pereza o el cansancio y pocas mujeres podían prescindir del Cordial de Cerebrina, recomendado para los estados de depresión".

Mientras en el pensamiento de Schopenhauer las agudas observaciones que hacía de la realidad social-histórica en la que vivía se cristalizó en una teoría metafísica general sobre el hombre y la realidad, el camino del joven Mariátegui tuvo otra trayectoria; él ‹historiza y socializa›, en un proceso paulatino, sus problemas más íntimos, proyecta sus conflictos ‹personales› dentro de la totalidad de los problemas sociales.

O visto desde otro ángulo: comienza a comprender que sus problemas más sustanciales no eran puramente ‹personales›, sino que intuyó desde muy temprano que la sustancia de estos problemas eran solamente expresiones de una totalidad más general y abarcante.

O para decirlo en terminología spinoziana, el joven poeta de «Tristeza» intuyó muy temprano que sus conflictos más íntimos no eran otra cosa que 'modos', individuales y distintos de una 'sustancia' (social e histórica) única.

Por lo tanto no hubo en él la diferencia casi ontológica entre la ‹vida particular› y la ‹vida pública›. De allí que se entienda, dentro de este contexto, que él publicara con toda espontaneidad sus confesiones más íntimas: las cartas a Ruth y los poemas anteriormente analizados fueron tan ‹públicos› como lo fueron sus otros trabajos.

No hay en ello absolutamente ningún tipo de ‹exhibicionismo›. Para Mariátegui había solamente una sola realidad. De allí que encontremos una categoría ética central en su actitud y pensamiento: la sinceridad. Juan Croniqueur escribió en este sentido en una polémica sobre arte con Teófilo Castillo:

"No importa que mi temperamento, mi tendencia, mi pasión me conduzcan alguna vez al extravío. Me enorgullece mi juventud porque es sana y honrada y porque me conserva esta gran virtud de la sinceridad"4.

Y en otro pasaje:

"Se me acusa de petulancia, de teatralidad y de pose. Es injusta, como todas, esta acusación. Hay de cierto sólo que no tengo la hipocresía fácil y arribista de proclamarme modesto. No quiero parecerme a los que han mentido modestia alentando en el fondo de su alma la más exagerada de las vanidades. Y no busco embozos ni me agradan disfraces. Me descubro como soy. Escribo como siento y nunca haré la profanación de mistificar mi emoción espiritual para dar a un artículo, a un cuento o a una poesía, un embustero velo de humildad".

_____________

Notas:

1 Foción Mariátegui, presidente de la Cámara de Diputado y personaje importante del gobierno de Leguía describió así a nuestro autor: “Desventuradamente nunca se presentó la ocasión de conversar sobre cuestiones relacionadas con él y sus posibles vínculos con nosotros. O porque José Carlos no lo deseaba o porque nosotros no queríamos tocar un punto tan escabroso y sensible...Eso sí debo mencionar que el mencionado joven era altanero y presuntuoso...Hablaba de cosas serias en medio de una conversación familiar, citaba nombres famosos o sentencias célebres en los lugares y circunstancias en que menos venían a propósito“. A este cita, Castro Arenas comenta: “Lo que Foción Mariátegui calificaba como "vanidad ostensible” era, en realidad, orgullo iracundo; José Carlos empleaba desmedidamente su cultura, precoz en las conversaciones triviales como una forma de balancear sus carencias sociales“. (Castro Arenas).
2 Citado por A. Flores Galindo.1989:156-157.
3 Ver Flores Galindo y M.Burga: «Apogeo y Crisis de la República Aristocrática». Lima.1984. Y también Flores Galindo: II.Parte de «Agonía de Mariátegui». Lima 1989.
4 «Intereses Generales» en «La Prensa», 2.3.1916.


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